domingo, 22 de septiembre de 2013

La continuidad de los escritos

Las maucasacas se apoderaron de los días en los que uno no debe retornar al hogar de lo más tarde posible mientras los fumadores eléctricos se mecían entre banqueretas y pasto (tierra muerta por su propia culpa). Las rarezas rocalenses que caían de aquel árbol traían diminutas bolsas con más rarezas dentro y que terminaban por formar parte de unos rostros en neutralidad total, perfectos desconocidos para gracias de los tres mosqueteros con sufijos innecesarios y amediadas risas finalizantes en pitadas constantemente incesantes. Como con voz en off se narra la historia de los niños que pintaban sus nombres sufijeados y pentagramas y carasdegato en el cuerpo rectilíneamente cilíndrico de un cigarrillo blancuzco y limpio. Recuérdese una película antigua con algunos huecos de grabación y entonces visualícese un asiento larguiricho para tres la misma cantidad de cuerpos desaparramados sobre el objeto, todos con cosas en la cara esdeciranteojos esdecirgafas esdecirgafasdesol (excepto uno).

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