sábado, 30 de noviembre de 2013

Surgirémonos entre lo que llamamos felicidad para estar destinados al diluvio derrochador de escozor en el corazón, siempre y cuando compartámonos los oídos y los ojos y los demás (sin)sentidos mientras reposamos los dolores que crean la utilización de neuronas para todo menos para pensar no asesinarlas... Bailaremos desnudos mientras nuestros visores se van alargando y empequeñeciendo hasta que nos veamos ridículamente felices en un mundo donde no tenemos lugar más que el de estar juntos por lo que nos falte de muerte.

Para las cenizas de lo que somos mientras nos incendiamos bajo la lluvia.


Para ti.
No te puedo responder a eso con un simple y-y-o-a-t-i porque después de esta triple eternidad que me ha ido desgarrando la garganta y la espalda y todo lo que me sostiene, que me digas lo que me dices significa una infinidad de turnos más, de intentos no fallidos, de sentimientos que tenías ahí y que no podías expresar porque algo te decía que no lo hagas. Pero qué simple es todo cuando se soluciona la vida... Y es que la vida eres tú y todo lo que dices y haces y enseñas.
Sin embargo, aunque todo entre mis recovecos me pide a chillidos que siga sintiendo, no puedo ceder así frente a esto, porque terminaría en la misma situación una y otra vez, cada vez peor, cada vez más soledades que insisten en destruirme como los errores con los que tiras abajo una torre en un juego.
Después de todo ya me rendí, lo dejaremos así y nada sucederá entre nosotros hasta que reincidamos, hasta hundirnos, solos.