Coger tu pelo duro me gusta, lo muevo hacia todos lados y el negrito me sonríe con el brillo generado después de varios días. Lo acaricio con los dedos, con toda la mano, con las uñas le doy placer en círculos y una pequeña sonrisa se deja ver en tus labios.
Y llega el momento en el que por pura casualidad huelo mi mano y, además de la textura que dejó en ella, se sienten los tonos dulces, macerados densos, pero no tan pesados. Parece un bizcocho.